Si tienes éxito en la lucha, en suprimir la ira, te convertirás en un «muerto»; no tendrás ira porque la habrás suprimido, pero tampoco tendrás compasión, porque solamente la ira se puede transformar en compasión.
Si tienes éxito en la supresión —lo cual es imposible— no tendrás deseo sexual, pero tampoco podrás amar, porque aniquilando el sexo, aniquilarás la energía que crece en el amor. Vivirás sin sexo, pero también vivirás sin amor, y todo el esfuerzo habrá sido en vano, porque sin amor no hay divinidad, ni liberación, ni libertad.
El Tantra dice que estas energías tienen que ser transformadas. Si estás en contra de lo terreno, entonces no hay posibilidad para el nirvana, porque es precisamente lo terreno lo que ha de ser transformado en el nirvana. En ese caso, irás en contra de las energías básicas que son la fuente en sí. La alquimia del Tantra dice: no luches, sé amigable con todas las energías que te han sido dadas; recíbelas amistosamente. Siéntete agradecido por tu ira, por tu sexo, por tu avidez. Siente agradecimiento porque son fuentes ocultas y pueden ser transformadas, pueden abrirse. Cuando el sexo se transforma, se vuelve amor. El veneno se disuelve, lo feo desaparece.
La semilla es fea, pero cuando cobra vida, cuando brota y florece, entonces hay belleza. No deseches la semilla, porque haciéndolo estás desechando las flores que contiene. Todavía no han florecido, no se han manifestado —por eso no las puedes ver—, pero están ahí. Aprovecha la semilla, así podrás florecer. Aceptación, profunda sensibilidad, entendimiento y consciencia —entonces puedes permitirte ser indulgente.
(...) Por ejemplo, el Tantra ha desarrollado muchas técnicas para transformar la energía sexual: aborda el acto sexual como si entrases en un templo divino, como si fuera una plegaria o una meditación; siente lo sagrado que ello contiene. Por eso, en Khajuraho, en Puri y en Konarak, cada templo tiene esculturas maithun. Las esculturas de actos sexuales en los muros del templo parecen ilógicas, especialmente para el cristianismo, el islam, el jainismo. Parece inconcebible, contradictorio, que estos templos tengan imágenes maithun. En el exterior de los templos de Khajuraho hay imágenes de todos los actos sexuales posibles. ¿Por qué? Para nuestra mente esas imágenes no tienen ca- bida en un templo. El cristianismo no puede concebir una iglesia con las imágenes de Khajuraho. ¡Imposible!
Los hindúes contemporáneos también sienten remordimientos, porque su mente la ha creado el cristianismo. Son «hindúes- cristianos», y son peores —porque ser cristiano es bueno, pero ser un hindú-cristiano es simplemente una rareza. Sienten remordimientos. Un líder hindú, Purshottamdas Tandan, propuso destruir esos templos. «¡No forman parte de nuestra cultura!» Realmente no forman parte de nosotros, porque el Tantra no forma parte de nuestros corazones desde hace siglos; no ha sido la corriente predominante. El Yoga sí lo ha sido, y para él, Khajuraho es inconcebible: debe ser destruido.
El Tantra dice: aborda el acto sexual como si entrases en un templo sagrado; por eso sus templos sagrados contienen imágenes de actos sexuales. Para que en tu mente permanezcan asociados y sientas que entre lo terreno y lo divino no hay conflicto, que son una unidad. No se contradicen, son polos opuestos que se ayudan mutuamente. Y pueden existir únicamente debido a esta polaridad; si ésta desaparece, se pierde todo este mundo. Así que percibe la profunda unidad subyacente; no percibas sólo los polos opuestos, sino el interior subyacente que los hace uno.
Para el Tantra, todo es sagrado. Recuerda: para el Tantra todo es sagrado, nada es profano Entiéndelo de esta forma: para una persona no religiosa, todo es profano. Para la persona supuestamente religiosa, algunas cosas son sagradas y otras profanas. Para el Tantra, todo es sagrado.
(...) Mira a Shiva y a su consorte Devi. ¡Míralos! No parecen dos: son uno. La unidad es tan profunda que de ella se ha hecho un símbolo. Todos hemos visto un Shivalinga; es un símbolo fálico: el órgano sexual de Shiva. Pero no está solo, está sobre la vagina de Devi; los hindúes de esa época eran muy atrevidos. Ahora, cuando vemos un Shivalinga, nunca lo recordamos como un símbolo fálico. Lo hemos olvidado; hemos intentado olvidarlo completamente.
Jung cuenta en sus memorias un bello y divertido incidente:
Cuando viajó a la India visitó Konarak, y en el templo de Konarak hay muchos Shivalingas, muchos símbolos fálicos. El pandit que le guiaba en la visita del templo le iba explicando todo excepto lo relacionado con los Shivalingas; pero había tantos que era difícil evitarlos. Jung se daba cuenta de ello, y para bromear le preguntaba una y otra vez al pandit: «¿Esto qué es?». Hasta que por fin el pandit le susurró al oído: «No me lo pregunte más, ya se lo explicaré después, es algo muy privado». Jung debió reírse por dentro de cómo son los hindúes modernos.
Cuando salieron del templo el pandit se le acercó y le dijo: «No es correcto hacer esa clase de preguntas en público. Se lo contaré... es un secreto». Y le susurró al oído: «Son nuestras partes privadas».
Cuando Jung regresó, conoció a un célebre erudito en filosofía y mitología oriental, Heinrich Zimmer, y le contó la anécdota. Zimmer fue una de las mentes más agraciadas a la hora de penetrar en el pensamiento indio; amaba la India y sus formas de pensamiento —el enfoque místico oriental ilógico de la vida. Cuando Zimmer oyó la anécdota de Jung se rió y dijo: «Esto merece un replanteamiento. Siempre he oído comentarios acerca de los indios notorios (Buda, Krishna, Mahavira), pero lo que me relatas no dice nada acerca de los indios notorios, sino acerca de los indios».
El amor, para Shiva, es la gran puerta. Y para él el sexo no es algo condenable; es la semilla, y el amor, su florecimiento. Si condenas la semilla, condenas la flor. El sexo puede volverse amor; si nunca se transforma en amor es porque está lisiado. Condena la alteración, no el sexo. El amor debe florecer; el sexo debe convertirse en amor. Si no evoluciona, no es un fallo del sexo; es tu fallo.
El sexo no debe permanecer como tal —ésa es la enseñanza del Tantra—, debe transformarse en amor; y éste, no debe permanecer amor, debe transformarse en luz, en una experiencia meditativa, en la suprema experiencia mística. ¿Cómo transformar el amor? Sé el «acto» y olvida el «actor». Cuando ames, sé amor, simplemente amor. Entonces no es tu amor, ni el mío, ni el de ningún otro: es simplemente amor. Cuando no estás ahí, estás en manos de una fuente suprema, de una corriente, estás enamorado. No eres tú el que está enamorado; es el amor el que te ha engullido, tú has desaparecido. Te has convertido en una energía que fluye.
D.H. Lawrence, una de las mentes más creativas de su época, fue, a sabiendas o no, un adepto del Tantra. En Occi- dente fue totalmente condenado, y se prohibieron sus libros. Fue procesado judicialmente por decir que la energía sexual es la única energía, que si la condenas y la reprimes estás actuando en contra del universo y nunca serás capaz de conocer el supremo florecimiento de esta fuerza.
Cuando ésta se suprime se vuelve funesta. Es un círculo vicioso: los sacerdotes, los moralistas —la llamada gente religiosa—, los papas, shankaracharyas y otros que condenan el sexo dicen que éste es perverso. Cuando lo suprimes se vuelve perverso; por eso dicen: «Lo que estáis haciendo es perverso y vosotros lo sabéis».
Pero el sexo no es perverso, son los sacerdotes quienes lo han vuelto así. Pervirtiéndolo demuestran que tienen razón; y una vez pervertido, se vuelve cada vez más y más deplorable.
El sexo es una energía inocente, la vida fluyendo dentro de ti, la existencia viva en ti. No la mutiles; permítela que se eleve. El sexo debe volverse amor. ¿Cuál es la diferencia? Cuando tu mente es sexual estás explotando al otro, que es entonces nada más que un instrumento para usar y tirar; cuando el sexo se vuelve amor, el otro no es un instrumento, no es explotado. El otro no es realmente el otro. Cuando amas, no estás centrado en ti mismo. Al contrario: el otro se vuelve significativo, único.
No lo estás explotando, no. Al contrario, ambos os unís en una profunda experiencia. Sois compañeros en esa vivencia, no un explotador y un explotado. Os estáis ayudando el uno al otro a entrar en un mundo diferente, de amor. El sexo es explotación. El amor es avanzar juntos hacia un mundo diferente.
Si este acercamiento no es momentáneo; si se vuelve meditativo; si puedes olvidarte de ti mismo completamente, el amado y la amada desaparecen, y sólo queda el amor fluyendo. Shiva dice: «La vida eterna es tuya».
OSHO
Fragmento del TANTRA ESPIRITUALIDAD Y SEXO