Tu decides que prefieres ser....
(Estracto sacado del libro de OSHO: Amor Libertad Soledad)
EL LEÓN Y LA OVEJA
La soledad es la realidad suprema
Venimos solos al mundo, nos vamos solos; entre estas dos soledades establecemos todo tipo de relaciones y luchas sólo para engañarnos a nosotros mismos, porque también permanecemos solos en la vida. Sin embargo, la soledad no es algo por lo que debamos estar tristes; es un motivo de alegría. Existen dos palabras; el diccionario dice que tienen el mismo significado, pero la existencia les da un significado completamente opuesto. Una de estas palabras es aislamiento, y la otra es soledad. No son sinónimos.
El aislamiento es un estado negativo, parecido a la oscuridad. El aislamiento implica que te falta alguien; estás vacío y tienes miedo en medio de este vasto universo. La soledad tiene un significado completamente distinto: no quiere decir que te falte alguien sino que te has encontrado a ti mismo. Es algo completamente positivo.
Al descubrirse a uno mismo, uno descubre el sentido de la vida, el significado de la vida, la alegría de la vida, el esplendor de la vida. Descubrirse a uno mismo es el mayor descubrimiento de la vida del hombre, y este descubrimiento es posible únicamente cuando estás solo, cuando tu conciencia no está repleta de nada, de nadie, cuando tu conciencia está completamente vacía; en ese vacío, en esa «nadedad» tiene lugar el milagro. Ese milagro es la base de toda religiosidad.
El milagro consiste en que cuando no hay nada más en la conciencia sobre lo que ser consciente, la conciencia se repliega hacia sí misma. Se convierte en un círculo. Al no encontrar ningún obstáculo, al no encontrar ningún objeto, vuelve al origen. Una vez que se ha cerrado el círculo, dejas de ser un hombre corriente; te vuelves parte de la divinidad que rodea la existencia. Dejas de ser tú mismo; te conviertes en parte del universo; tus latidos se convierten en el latido del universo.
Ésta es la experiencia que han estado buscando los místicos durante toda su vida, en todas las épocas. No existe otra experiencia más extática, más dichosa. Esta experiencia transforma por completo tu enfoque: donde solía haber oscuridad, ahora hay luz; donde solía haber infelicidad, ahora hay dicha; donde solía haber enfado, odio, deseo de posesión, celos, ahora no hay más que una maravillosa flor de amor. Toda la energía que antes se desperdiciaba en emociones negativas, ahora ya no se desperdicia; se convierte en algo positivo y creativo.
Por una parte, ya no eres tu viejo yo; por otra, eres por primera vez tu auténtico yo. Ha desaparecido el viejo, ha llegado el nuevo. El viejo estaba muerto, el nuevo pertenece a lo eterno, el nuevo pertenece a lo inmortal.
Como consecuencia de esta experiencia, los profetas de los Upanishad han declarado que hombres son amritasya putrah, «hijos e hijas de lo inmortal».
A menos que os reconozcáis como seres eternos, como partes de la totalidad, seguiréis temiendo a la muerte. El miedo a la muerte surge porque no sois conscientes de vuestra fuente eterna de vida. Una vez que os dais cuenta de la eternidad de vuestro ser, la muerte se convierte en la mayor mentira de la existencia. La muerte nunca ha tenido lugar, nunca tiene lugar, nunca tendrá lugar, porque aquello que es siempre permanece; con diferentes aspectos, en diferentes niveles, pero no hay discontinuidad: la eternidad en el pasado y la eternidad en el futuro te pertenecen. El momento presente se convierte en un punto de encuentro de las dos eternidades; una se dirige hacia el pasado, otra se dirige hacia el futuro.
El recuerdo de tu soledad no sólo se tiene que producir con la mente; cada fibra de tu ser, cada célula de tu cuerpo lo debería recordar; no como una palabra, sino como un sentimiento profundo. El único pecado que existe es olvidarte de ti mismo, y la única virtud, recordarte a ti mismo.
Gautama Buda puso el énfasis en una sola palabra, constantemente, durante cuarenta y dos años, día y noche; esta palabra es sammasati, que significa «recuerdo correcto». Recuerdas muchas cosas, puedes convertirte en una Enciclopedia Británica; tu mente puede recordar todas las bibliotecas del mundo, pero el recuerdo correcto no consiste en eso.
Sólo existe un recuerdo correcto: el momento en que te recuerdas a ti mismo.
Gautama Buda solía ilustrar este punto con la antigua historia de una leona que estaba saltando de una pequeña colina a otra, y entre las cuales estaba cruzando un gran rebaño de ovejas. La leona estaba embarazada, y dio a luz justo cuando estaba en pleno salto. Su cachorro cayó en medio del rebaño de ovejas; fue criado por las ovejas y, naturalmente, se consideraba una oveja. Era un poco raro, porque era demasiado grande, demasiado diferente, pero quizás fuese sólo un espécimen de la naturaleza. Fue criado como herbívoro.
El cachorro creció, y un día un viejo león que estaba buscando comida se acercó al rebaño de ovejas; no podía creer lo que veían sus ojos. En medio del rebaño había un joven león, hermoso y lozano, y las ovejas no tenían miedo. Se olvidó de la comida; corrió tras el rebaño de ovejas..., y cada vez estaba más asombrado, porque el joven león, al igual que las ovejas, también huí a de él. Finalmente pudo atrapar al joven león. Éste gritaba y lloraba mientras le decía al viejo león:
—¡Por favor, déjame marchar con mi gente!
Pero el viejo león lo arrastró a un lago cercano —un lago tranquilo, sin ninguna onda, como un perfecto espejo—y le obligó a contemplar su propio reflejo en el lago, y también el reflejo del viejo león. Sufrió una transformación instantánea. En cuanto el joven león vio quién era, se oyó un gran rugido, todo el valle retumbó con el rugido del joven león. Nunca había rugido antes porque nunca antes había pensado que fuera otra cosa distinta de una oveja.
El viejo león le dijo:
—Yo ya he cumplido mi misión; el resto depende de ti. ¿Quieres volver a tu propio rebaño?
El joven león se rió. Le contestó:
—Perdóname, me había olvidado completamente de quién era. Te agradezco muchísimo que me hayas ayudado a recordarlo.
Gautama Buda solía decir: «La función del maestro consiste en ayudarte a recordar quién eres». Tú no formas parte de este mundo superficial; tu hogar es el hogar de lo divino. Estás perdido en el olvido; has olvidado que Dios se oculta dentro de ti.
Nunca miras al interior; como todo el mundo mira al exterior; tú también te dedicas a mirar al exterior.
Estar solo supone una gran oportunidad, una bendición, porque, en tu soledad, estás abocado a chocar contigo mismo y recordar por primera vez quién eres. Conocer que eres parte de la existencia divina supone estar liberado de la muerte, liberado de la infelicidad, liberado de la ansiedad; liberado de todo aquello que ha supuesto una pesadilla para ti durante muchísimas vidas.
Céntrate más en tu profunda soledad. En eso consiste la meditación: en centrarse en la propia soledad. La soledad tiene que ser tan pura que no la interrumpa ni siquiera un pensamiento, ni siquiera un sentimiento. En el momento en que tu soledad sea total, tu experiencia de ella se convertirá en tu despertar. Tu despertar no es algo que venga del exterior; es algo que crece dentro de ti.
El único pecado consiste en olvidarte de tu ser. La única religión, la única virtud es recordar tu ser, en su extrema belleza. No hace falta que seas hindú, no hace falta que seas musulmán, no hace falta que seas cristiano; todo lo que necesitas para ser religioso es ser tú mismo.
De hecho, no estamos separados, ni siquiera ahora; no hay nadie que esté separado; toda la existencia es un conjunto orgánico. La idea de separación surge a consecuencia de tu olvido. Es casi lo mismo que si cada hoja del árbol empezara a pensar que está separada, separada de las otras hojas..., pero en lo más profundo, se alimentan a través de las mismas raíces. Las hojas pueden ser muchas; el árbol es uno. Las manifestaciones pueden ser muchas; la existencia es una.
Al conocerse a uno mismo, hay una cosa que queda muy clara: ningún hombre es una isla; somos un continente, un vasto continente, una existencia infinita sin fronteras. La misma vida corre a través de todos, el mismo amor llena todos los corazones, la misma alegría danza en cada ser. Sólo creemos que estamos separados a consecuencia de nuestra falta de comprensión.