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jueves, 27 de agosto de 2015

A veces quedarse es ir demasiado lejos...

A veces quedarse es ir demasiado lejos

Y un día, sin tú esperarlo, me fui.

Sin despedida, sin previo aviso, ni reproches

Porque a veces quedarse es ir demasiado lejos

La luz de Candela

Hay momentos en los que estamos deseando quedarnos, que daríamos lo que fuese por tener motivos para hacerlo pero que, sin embargo, no nos queda otro remedio que volar.

Decir adiós son palabras mayores. Plantearnos llegar a un punto de “no retorno” nos angustia, así que nos hartamos de los “hasta luegos”, de poner puntos suspensivos donde toca un punto y final y decir adiós aunque nos duela el alma.

Digamos que es una cuestión de salud emocional. De alguna manera, si queremos que todo siga igual debemos permitir que todo cambie. Y es que al decir adiós nos retumba el alma, pero es la única forma de cerrarle la ventana al dolor, a la desilusión y al desencanto.

A veces en la vida hay que elegir, otras la vida te elige a ti

Ahora me voy.

Me iré de un momento a otro.

Creo que te darás cuenta, creo que te preguntarás qué ha fallado.

No es que yo lo elija, pero ya no me quedan fuerzas para luchar.

Lo decidí hace mucho tiempo. Lo decidí anoche…

Cuando la serpiente tiene que desprenderse de su piel vieja, escoge transitar por dos piedras próximas que le aprieten, le rasquen y le ayuden a eliminar su piel. Ese tránsito le provoca dolor, pero le ayuda a deshacerse de lo viejo para dar lugar a lo nuevo. 

Es el final de un proceso y el inicio de otro. Y en ese tránsito sufrimos. Si nos resistimos a atravesarlo, la angustia se incrementa, pues no soltamos lo que ya no nos aporta, lo que no necesitamos, ni damos espacio a lo que quiere nacer.

Resulta curioso cómo nos desnudamos cuando más frío hace. No nos permitimos conocer más que el fuego abrasador y el frío intenso. La cuestión es que sabemos lo que tenemos que hacer mucho antes de tomar la decisión, incluso antes de comenzar a pensar en ello.

Es normal que nos resistamos a dar el paso, pero lo que está claro es que cuando nos atrevemos a decir adiós comenzamos a construir relaciones sanas y positivas, a no sentir ese vacío emocional que devora las entrañas y a valorar de verdad a las personas que merecen estar en nuestra vida.

Dejar ir es dejar llegar

Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo.

Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.

No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros.

¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!

Paulo Coelho

Imagina que reduces al tamaño de un globo de helio las cadenas que te están apretando y que te mantienen atado. Entonces lo dejas ir; tú lo miras mientras se dirige hacia el cielo y lo pierdes de vista, sonriendo y sintiendo una gran paz interior.

Es probable que al decir adiós algo dentro de ti se rompa, pero esta es la única manera de lograr dar la bienvenida a lo que de verdad merezca la pena. Bueno, la pena no, la alegría.

Porque si eres tan valiente de decir adiós vas a darte cuenta de que precisamente es ese peso el que te quitas de encima. Quizás es porque te vas a permitir alcanzar tu temperatura ideal y no ese frío intenso o ese calor abrasador al que vives sometido.

Fuente: http://lamenteesmaravillosa.com/a-veces-quedarse-es-ir-demasiado-lejos/

martes, 4 de agosto de 2015