Neptuno es el planeta místico que proporciona el impulso de buscar lo inusual, lo místico, las fuerzas ocultas alrededor de nosotros. Representa la sensibilidad, la fantasía, la imaginación, el idealismo y la apreciación estética.
La aflicción de Orfeo
Orfeo es un héroe neptuniano, músico y poeta cuyas hermosas canciones hacen que los árboles lloren y las rocas se derritan por obra de su música eleva el ánimo de los hombres, expande su conciencia y los hace abrirse a sentimientos y emociones de naturaleza universal o eterna. Su mito habla del día de su boda, el día en que se casó con Eurídice, la mujer de sus sueños Lo lógico sería que estuviese rebosante de alegría, pero se ha producido un accidente: después de hacer los votos nupciales, Eurídice sale a pasear con unas amigas, tropieza con una serpiente, recibe su picadura y muere. El júbilo se convierte de pronto en tragedia. Quizá́ la gente que pasa Por tránsitos de Neptuno reconozca esta clase de experiencia, en que lo prometedor y maravilloso puede convertirse en un desastre, en tanto que lo que parecía espantoso termina por resultar una bendición inesperada. Neptuno disuelve las fronteras, y bajo su influencia hasta la distinción entre éxtasis y dolor puede volverse incierta.
Incapaz de aceptar su trágica situación, Orfeo niega el carácter decisivo de su amada y busca la forma de negociar su recuperación. Como la mayoría de las personas a quienes un destino trágico conmueve, quiere atrasar el reloj, hacer que las cosas vuelvan a ser como antes de la tragedia. Mediante el ardid de cantar una canción que hace dormir a Cerbero (el perro que guarda las Puertas del infierno), consigue entrar en el dominio de Plutón y Perséfone y rogarles que permitan a Eurídice regresar a nuestro mundo. Plutón y Perséfone son administradores severos: generalmente a nadie que muera y descienda al submundo se le permite volver a salir. Pero Orfeo, con sus palabras y su música conmovedora, argumenta de manera tan convincente que consiguen que el rey y la reina del mundo subterráneo flexibilicen su regla: un ejemplo más de cómo la fuerza de Neptuno puede disolver la rigidez y la dureza.
Plutón y Perséfone permiten a Orfeo que se lleve a Eurídice de vuelta a la tierra de los vivos, pero con la advertencia de que no debe girarse para mirarla durante el camino. Llevándola de la mano, Orfeo introducé a Eurídice fuera del mundo subterráneo, pero cuando están a punto de salir a la luz, ya no puede resistir la tentación de girarse y mirarla; tan pronto como vuelve a contemplar los ojos de su amada, ella se disuelve en el aire, y con ella toda esperanza de felicidad. La promesa de redención y renovación desaparece ante sus propios ojos, y la esperanza de felicidad se esfuma trágicamente.
¿Qué fue lo que le movió́ a Orfeo a mirar hacia atrás? Bien le habían advertido ya que no lo hiciera, y estaba a punto de alcanzar el deseo de su corazón. Tal vez tuvo un momento de desconfianza “¿Y si me estuvieran engañando? ¿Y si quien viene detrás de mí no fuera Eurídice, sino alguien a quien han puesto en su lugar?" Orfeo no confía; empieza a cuestionar y a analizar la situación, y esto es lo que lo pone en dificultades. Es muy frecuente que, bajo la influencia de los tránsitos de Neptuno, sintamos una especie de ansiedad, una fuerte inclinación a seguir cierto camino: empezamos a ir en esa dirección, pero después algo nos detiene e interrumpimos el proceso. Quizá́ queremos estar absolutamente seguros de hacia dónde nos llevará finalmente la dirección que escogimos, pero Neptuno no ofrece esta clase de garantías; lo que nos pide es que nos entreguemos sin saber qué recibiremos a cambio.
Orfeo vuelve a estar solo. Su táctica de negociación le ha fallado y ya no puede seguir negando la muerte de Eurídice. Tras haber agotado lodos los recursos con que contaba para afrontar su muerte, no le queda otra que aceptarla inevitabilidad de lo sucedido. Ahora no tiene otra opción que hacer lo que hasta ese momento no se ha permitido: el duelo por su esposa. Se ha empeñado tanto en luchar contra la situación que todavía no se ha entregado del todo a su tristeza y su dolor.
Para hacerlo se instala en las proximidades de una orgia dionisia, que precisamente está llegando al momento culminante. Aquí volvemos a encontrarnos con los dos extremos de Neptuno: el arrobamiento y el éxtasis de los celebrantes comparado con el profundo dolor de Orfeo. Los participantes, al ver a Orfeo allí́ sentado, tan deprimido, le imploran que se una a los festejos. Con frecuencia hacemos lo mismo cuando nuestros amigos están deprimidos, instándolos a que salgan del estado en que se encuentran, invitándolos a que vengan a tal o cual fiesta, a que conozcan gente nueva y cosas así́. “-Te hará́ bien –les decimos-. Te ayudará a salir de ti mismo". Verlos tan desdichados hace que nos sintamos incómodos, en parte porque nos recuerda el dolor que sentimos por las cosas que hemos perdido en la vida. Pero Orfeo se niega a unirse a la fiesta; él quieré seguir donde está, no sólo física sino también psicológicamente. Los celebrantes se encolerizan: ellos están tratando de pasarlo bien, y seguramente no quieren escuchar lamentaciones, ni que les recuerden todos los sufrimientos del mundo, de manera que deciden matarlo. Uno tras otro van arrojándole sus lanzas, pero las canciones y los lamentos que entona Orfeo son tan conmovedores que las jabalinas se detienen antes de haber llegado a herirlo. Finalmente los del grupo se dan cuenta de que si vociferan tan alto como les sea posible, las jabalinas no podrán oír la música y no quedarán detenidas en el camino. Cuando así́ lo hacen, las armas aciertan en el blanco y Orfeo muere.
“¡Pobre Orfeo, qué destino tan trágico!” es lo primero que pensamos. Pero lo que en este caso parece un destino terrible es en realidad todo lo contrario. Su muerte significa que se ¡reunirá́ en el otro mundo con su perdida Eurídice. Podrán vagabundear tomados de la mano por las praderas del Hades, y mirarse a los ojos todo lo que quieran. La muerte sacrificial de Orfeo, que al principio parece una tragedia más en su vida, termina por ser una bendición enmascarada. El éxtasis se convierte en dolor, pero el dolor se convierte en éxtasis. Bajo la influencia de Neptuno, estos recíprocos ocultamientos confunden la seguridad de nuestros juicios.
La muerte de Orfeo se puede tomar literalmente, pero también entenderla como símbolo de un cambio de personalidad importante Su lucha por recuperar a Eurídice no lo lleva a ninguna parte, pero en cambio laa resignación y la aceptación de la pérdida, aun no siendo lo que él quería, producen una transformación que le permite hallar la paz y lá reconciliación. En el proceso, Orfeo aprendió́ una de los lecciones que nos enseñan los tránsitos de Neptuno: a veces, la solución de un problema sólo se puede hallar si renunciamos a encontrarle respuesta. De la misma manera, hay veces en que el yo agota sus recursos y nuestra manera habitual de afrontar los problemas no nos funciona. Pero sólo entonces se crea una situación tal que nos permite descubrir maneras nuevas de resolver nuestras dificultades ó de reconciliamos con ellas.., maneras que jamás se nos habrían ocurrido si no nos hubieran fallado nuestras tácticas habituales. He aquí́ lo que decía Jung de esos momentos que se nos dan en la vida:
“El inconsciente intenta siempre producir una situación imposible para obligar al individuo a que saque lo mejor de sí́. De otra manera uno no ejercita sus mejores posibilidades, no está completo, no se realiza. Lo que necesita es una situación imposible en la cual uno tenga que renunciar a su voluntad y a su propio ingenio, y no hacer nada más que confiar en el poder impersonal del crecimiento y de la evolución."
Solo cuando al ego ya no le queda poder -cuando nos falla nuestra manera normal de mejorar las cosas- puede aparecer algo más que nos redima. Bajo la influencia de un tránsito de Neptuno, es probable que tengamos que permanecer algún tiempo atascados en una situación desagradable hasta que aparezca una solución o una respuesta. Las antiguas tretas no nos funcionan, y lo único que nos queda es esperar.
“A la espera están la fe, el amor y la esperanza... Entonces, la oscuridad será la luz y la quietud la danza.”
Bibliografía: “Los Dioses del cambio. El dolor, las crisis y los tránsitos de Urano, Neptuno y Plutón” de Howard Sasportas