Los tránsitos de Plutón (1ª parte)
Putón describe cómo manejamos nuestro poder y el de los demás. Se relaciona con nuestro poder de regeneración, cambio y renacimiento: los ciclos de muerte y transformación.
“Mientras no hayas muerto y vuelto a levantarte, extranjero eres para la tierra oscura”.
Goethe
Hércules y la Hidra
En su viaje de individuación, Hércules tuvo que cumplir doce tareas o trabajos, la octava tarea, la de matar a Hidra, ejemplifica el tipo de lecciones y de problemas con que tropezamos por obra de Escorpio y de Plutón. Los tránsitos de este planeta, en particular, suelen designar una fase de la vida en la que tenemos que combatir con la Hidra, la bestia que hay en nosotros.
El octavo trabajo de Hércules comienza cuando su maestro le asigna la tarea de matar a la Hidra, un monstruo de nueve cabezas que ha estado devastando las tierras de Lerna, pero antes de salir en busca de la Hidra, su mentor ofrece a Hércules un consejo bien preciso: “Nos elevamos arrodillándonos; conquistamos entregándonos; ganamos renunciando”. Equipado con su garrote y con este aforismo, Hércules inicia su búsqueda de la bestia. La Hidra es difícil de encontrar... Como las emociones soterradas que se ocultan en el fango del inconsciente.la Hidra se oculta en una “caverna de perpetua noche" situada junto a un fétido pantano; es decir, en una parte de nosotros que se resiste muchísimo a la “iluminación" o explicación racional.
Cuando localiza la caverna, Hércules dispara sus flechas hacia el interior con la esperanza de hacer salir a la Hidra, pero esta no se mueve. Finalmente, el héroe sumerge sus flechas en brea, las enciende y, llameando, las envía hacia el interior de la guarida del monstruo. Furiosa, la Hidra emerge de su morada, con ánimo asesino y vengativo. Al disparar sus flechas llameantes al interior de la cueva, Hércules ha conseguido que la Hidra saiga de su escondite. De la misma manera, bajo la influencia de los tránsitos de Plutón, provocamos -ya sea consciente o inconscientemente- situaciones que nos obligan a enfrentarnos con la bestia que llevamos dentro, o que se oculta en las personas que nos rodean. Ahora la Hidra está en la marisma, y Hércules de pie frente d ella. Armado con su querido garrote, se levanta para enfrentarse con la Hidra e intenta cortarle las cabezas, pero cada vez que una de ellas cae, aparecen tres más en su lugar. El intento de matar de esta manera a la Hidra es un reflejo de la forma en que procuramos destruir nuestras emociones bestiales apartándolas de la conciencia; y sin embargo, siguen reapareciendo cada vez mas furiosas y encolerizadas. Finalmente, Hércules recuerda el consejo de su maestro: “Nos elevamos arrodillándonos; conquistamos entregándonos; ganamos renunciando”. En vez de seguir atacándola de pie, se arrodilla en la ciénaga. Sumergiéndose en el fétido lodo y sujetándola por una de las cabezas, levanta a la Hidra a la luz del día donde comienza a marchitarse. Sólo tiene fuerza cuando está en el pantano; cuando se la lleva a la luz, pierde su poder destructivo. Hércules puede entonces cortarle las cabezas sin que ninguna renazca; sin embargo, después de haberle cortado las nueve, aparece una décima: el héroe se da cuenta de que esto es una joya y la entierra debajo de una roca.
¿Qué significa todo esto? Si se las deja corromperse en las aguas estancadas del inconsciente, nuestros ciegos impulsos instintivos y nuestros complejos infantiles (nuestra temprana rabia destructiva, el odio hacia nosotros mismos, la envidia, los celos, la codicia, la lujuria) tienen un enorme poder sobre nosotros, pero a si los traemos la luz del día, a la luz de la conciencia, y los mantenemos ahí, empiezan a perder fuerza. Aquello de lo que somos inconscientes tiene una especial manera de acercarse a nosotros por la espalda inesperadamente. Sin embargo, si somos conscientes de ello, tenemos más probabilidades de dominarlo. Por ejemplo, si no admitimos nuestros celos ocultos, encontrarán maneras disimuladas de expresarse. Nuestra pareja se comporta de tal manera que nos sentimos celosos, pero insistimos en que no es así… por más que después nos pasemos varios días actuando con frialdad, con aire distante, o echándole en cara la superficialidad con que se conduce en las fiestas. Pero cuando sacamos los celos del pantano para llevarlos a la luz del día, creamos la posibilidad de analizar esa parte nuestra y aprender muchas cosas sobre nosotros mismos. Esta clase de examen puede llevarnos a descubrir una rivalidad edípica, que no sospechábamos, o un resentimiento hasta ahora no reconocido con nuestros padres porque prestaban más atención a uno de nuestros hermanos que a nosotros. En otras palabras, podemos descubrir los orígenes de los sentimientos que dirigimos a nuestra pareja. Al hacerlo, somos más capaces de distinguir en qué medida lo que sentimos es adecuado para la situación actual y en qué medida pertenece a emociones no resueltas del pasado. Si insistimos en negar nuestros celos, o en que no tenemos nada que ver con ellos, una exploración como esta no es posible. La Hidra sigue estando en el pantano y manteniendo sobre nosotros su poder destructivo.
La clave de la conquista de la Hidra no consiste solo en sacarla de la ciénaga. Hay mucha gente que libera a la Hidra de su represión inconsciente y termina en la cárcel o en el manicomio. La clave está en sacarla de la ciénaga y sostenerla allí, a la luz de la conciencia. Sostener es un término psicológico íntimamente relacionado con la idea de contención. Sostener significa reconoce y aceptar toda la gama de nuestros sentimientos, permitiéndoles “espacio”, pero sin manifestarlos indiscriminadamente. Podemos escribir, pintar o dibujar para expresar nuestras emociones, o sacarlas a luz durante una psicoterapia, en el curso de la cual puede suceder que un cliente desentierre un profundo enojo dirigido contra su madre o su padre, y entonces lo trasfiera al terapeuta. De esta manera, las sesiones de terapia se convierten en el receptáculo de estos sentimientos de cólera hasta que el cliente los tenga resueltos y pueda pasar a otros problemas. En vez de negarlos, juzgarlos o condenarlos, se examinan y se les concede espacio.
Después de que Hércules ha levantado a la Hidra y le ha ido cortando las nueve cabezas, aparece una décima que es una joya. Al final, el monstruo le brinda algo precioso. El poeta Rilke dice sobre un tema similar:
Quizá todos los dragones de nuestra vida
sean princesas que sólo esperan vernos
una vez hermosos y valientes.
Quizá todo lo terrible sea,
en su ser más profundo,
algo desvalido que quiere que lo ayudemos.
Bibliografía: “Los Dioses del cambio. El dolor, las crisis y los tránsitos de Urano, Neptuno y Plutón” de Howard Sasportas
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