Páginas

sábado, 14 de junio de 2014

Cooperación versus competición

El Dr Lipton es un biólogo estadounidense, profesor, investigador y precursor de la Epigenética. La Epigenetica, es el estudio de los mecanismos moleculares mediante los cuales el entorno controla la actividad genética. En su libro "La biología de la creencia" el Dr Bruce Lipton, nos habla de esta nueva biología, en la que pone de manifiesto, la importancia de la cooperación, para el mantenimiento y supervivencia de los organismos que se desenvuelven en la biosfera.

El doctor Lipton nos habla en su libro, de las dos líneas en las que se basan los estudios de la biología evolutiva; por una parte está la biología darwinista, que describe un mundo competitivo, en el que la vida es una especie de guerra interminable entre robots bioquímicos en batalla; en la otra parte se encuentra la nueva biología, que nos presenta la vida como un mundo de colaboración, en la que el poder cooperativo del grupo, es más inteligente que el individuo por separado, y en conjunto, es capaz de proponer soluciones creativas y adaptivas para el beneficio común.

Lipton nos expone ese mismo mundo de cooperación a nivel de comunidades humanas, manifestándonos la importancia y las consecuencias, de nuestras creencias en la dinámica de la vida, ya que en última instancia, es la que la mente consciente la que domina tanto el entorno como la genética. El  doctor Lipton está convencido, de que los humanos experimentaremos un cambio muy profundo de paradigma, cuando seamos conscientes de la importancia de nuestras creencias, y la repercusión de estas en nuestro entorno.

De esta manera el Dr Lipton afirma: No son las hormonas ni los neurotransmisores producidos por los genes los que controlan nuestro cuerpo y nuestra mente; son nuestras creencias las que controlan nuestro cuerpo, nuestra mente y, por tanto, nuestra vida.

Hasta ahora se creía, que los genes sólo se transmitían a la descendencia de un organismo individual, a través de la reproducción, pero actualmente, los científicos han descubierto que los genes se comparten no sólo entre los miembros individuales de una especie, sino también entre miembros de distintas especies. Este proceso de distribución de la información mediante la transferencia genética, acelera el proceso de evolución, permitiendo que los organismos adquieran experiencias aprendidas por otros organismos. Los genes no son más que la memoria física de las experiencias aprendidas por los organismos, en su interactuación con el entorno. Este intercambio de genes entre las especies disemina estas memorias y, en consecuencia, influye en la supervivencia de todos los organismos que constituyen el ecosistema. 

Estas relaciones simbióticas entre especies, han sido estudiadas por muchos científicos. En el libro Darwin 's Blind Spot escrito en 2002 por el físico británico Frank Ryan registra un buen número de estas relaciones, incluyendo la de una gamba amarilla que consigue comida mientras su compañero el pez gobio la protege de sus depredadores y la de una especie de cangrejo ermitaño, que transporta una anémona rosa sobre su concha. A los peces y a los pulpos les gusta alimentarse de cangrejos ermitaños, pero cuando se acercan a esta especie en particular, la anémona dispara sus coloridos tentáculos llenos de dardos microscópicos de veneno, y pican al potencial depredador, alentándolo a buscar su alimento en otra parte. La anémona guerrera también consigue algo de esa relación, ya que se alimenta de los restos de comida del cangrejo.

 Lipton también nos habla en su libro de la paranoia que hay desde hace unas décadas por combatir los microorganismos por medio de todos los métodos posibles (jabones antibacterianos, desinfectantes, antibióticos, etc.), sin darnos cuenta que nuestro organismo está repleto de estas bacterias, y que su acción es esencial para nuestra salud. Por ejemplo, las bacterias de nuestro aparato digestivo ayudan a digerir la comida, permitiendo la absorción de las vitaminas. Es por esto por lo que el abuso de los antibióticos, es perjudicial para la resistencia de nuestras defensas, ya que estos matan indiscriminadamente tanto a las bacterias necesarias como a las dañinas. Según  Lipton, la práctica totalidad de las células que constituyen nuestro cuerpo son parecidas a las amebas, y los seres humanos no somos más que el resultado de la conciencia colectiva de estas células. Al igual que una nación se compone de individuos que comparten una cultura, la humanidad refleja la naturaleza básica de sus comunidades celulares. 

LA EXPERIENCIA EN EL CARIBE

Lipton nos describe una experiencia que tuvo, en un momento de crisis existencial, que le ayudó a comprender más profundamente este mecanismo de cooperación, necesario para el desarrollo de la vida. Cuando Lipton era profesor e investigador celular en una prestigiosa universidad de EEUU, estaba atravesando un momento de crisis personal, lo que le hizo replantearse su vida, cambiando su prestigioso puesto por otro, en una humilde universidad de una isla caribeña. Entre las junglas y los arrecifes, se dio cuenta, que en estos lugares vírgenes, las especies vivían en una perfecta simbiosis de cooperación entre ellas. Allí descubrió, que es la cooperación, y no la competición de la que nos habla Darwin en su teoría de la evolución, la que mantiene la vida en la naturaleza.

Lipton nos cuenta que durante su segundo día de estancia en el Caribe, mientras se encontraba frente a un centenar de inquietos estudiantes de medicina, se dio cuenta que ninguno de ellos consideraba la isla como un refugio de paz. Para estos estudiantes, la isla era la última oportunidad para cumplir su sueño de convertirse en médicos. Los alumnos solo tenían dos características en común. La primera: no habían conseguido superar el competitivo proceso de selección que permite el acceso a una de las limitadas plazas de las facultades de medicina norteamericanas. Y la segunda: estaban decididos a conseguir su título de medicina a toda costa. La mayor parte de ellos se había gastado los ahorros de toda su vida o se había endeudado hasta las cejas para pagar la matrícula y los costes de los estudios. Entre ellos, había todo tipo de personas, y de todas las edades; desde estudiantes, hasta contables, profesores, músicos, un jubilado, una monja e incluso un narcotraficante.

Lipton les dejo claro a los estudiantes, que aunque estaban en un país extranjero, no esperaba menos de ellos que de sus alumnos de Wisconsin, ya que todos los médicos tenían que superar el mismo examen de la Junta Médica para poder ejercer la profesión, sin importar de qué facultad procedieran. Después saco un fajo de exámenes del maletín, y les hizo una prueba de autoevaluación. Como fue de esperar, los resultados fueron desastrosos...

Pero aún así el profesor Lipton no se rindió al fracaso sus alumnos. Hizo un gran esfuerzo por convencerles de que la Histología y la Biología Celular no eran asignaturas difíciles desde el punto de vista intelectual. Les prometió que llegarían a comprender de verdad el funcionamiento celular en lugar de limitarse a memorizar cifras y datos, porque debido a que los principios celulares son simples, el plantearía el estudio de forma simple. Su discurso consiguió entusiasmar a los estudiantes lo suficiente, como para no dejarse vencer por el sistema.

Lipton describe en su libro, a los estudiantes de medicina a los que solía dar clases en EEUU: Durante  mis años como profesor en la facultad de medicina, llegué a darme cuenta de que los estudiantes de esta carrera son, dentro del entorno académico, más competitivos y arrogantes que un cargamento de abogados. Se esfuerzan por seguir la lucha de Darwin en su empeño por llegar a ser uno de los «más aptos» y deslumbrar en la graduación después de cuatro agotadores años en la facultad. Ese obcecado objetivo de convertirse en licenciados estelares, sin fijarse siquiera en los compañeros que están alrededor, sigue sin duda el modelo darwiniano, pero a mí siempre me ha parecido una meta algo irónica para los que se esfuerzan por convertirse en compasivos sanadores.

Pero sus prejuicios sobre los estudiantes de medicina, se desmoronaron con sus nuevos estudiantes de la isla caribeña. Su clase de inadaptados dejó de actuar como los típicos estudiantes de medicina; abandonaron esa mentalidad en la que sólo los más aptos sobreviven, y se agruparon en una fuerza común, que los ayudó a llegar con energía al final del semestre. Los estudiantes más competentes ayudaron a los que lo necesitaban, y de esta forma, todos se volvieron más competentes. 

Al final, como bien dice Lipton, hubo una recompensa en forma de final propio de Hollywood. En el examen final, puse a sus alumnos exactamente el mismo test que a los estudiantes de Wisconsin. y no hubo ninguna diferencia entre los resultados de estos rechazados y sus colegas de la élite de EEUU. Algunos estudiantes declararon, que cuando volvieron a EEUU, y se encontraron con los compañeros que asistían a las facultades norteamericanas, se dieron cuenta que ellos comprendían mucho mejor los principios que gobernaban la vida de las células y de los organismos.

Por último Lipton nos hace una reflexión muy relevante; el está convencido, de que buena parte del éxito de sus alumnos, se debió́ a que no se comportaron como sus compañeros de EEUU; en lugar de imitar a los competitivos estudiantes de medicina estadounidenses, imitaron el comportamiento de las células, uniéndose para formar un grupo, que en su conjunto era mucho más inteligente, que el individuo por separado. 

Bibliografía: "La biología de la creencia" de Bruce H. Lipton 

No hay comentarios:

Publicar un comentario