Los que hemos sido educados en la religión judeocristiana, nos han inculcado la idea de la tentación como el primer paso para cometer el "pecado". Tentación y pecado, se han vinculado con lo prohibido desde tiempos inmemoriales. El relato bíblico de Adán y Eva, ha contribuido a que arraigara profundamente la idea del pecado original en el inconsciente colectivo, convirtiéndonos en pecadores per se, por el mero hecho de nacer. El vivir la culpabilidad como algo intrínseco al ser humano, ha creado una sombra inmensa en el inconsciente colectivo, que nos esta llevando hacia la autodestrucción. El miedo que genera esta culpa, es directamente proporcional a la inconsciencia del ser humano. Nuestra opción consciente es vivir esta sombra, individual o colectiva, o bien negándola, o bien aceptándola, amándola e integrándola, como parte de nuestra evolución.
Adan y Eva Willian Blake
Carl Gustav Jung, padre de la Psicología Analítica, designó la sombra como el primer arquetipo que debe de ser integrado: "Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad".
En nuestra cultura occidental, vivimos de cara a lo exterior, negando nuestra responsabilidad (que no culpa), en la consecución de los resultados de nuestras acciones. Los occidentales hemos degenerado el significado de la palabra "culpa". Esta palabra tiene una concepción suficientemente negativa como para negar nuestra responsabilidad. Sentirse culpable es demasiado doloroso para nosotros. Las cosas serían diferentes si en lugar de la culpabilidad aceptáramos la responsabilidad. Las tradiciones espirituales orientales, al contrario de las occidentales, han orientado su mensaje hacia el interior del ser humano. El despertar de la conciencia humana se produce siempre desde el interior hacia el exterior, nunca de fuera hacia dentro, como pretendemos los occidentales. Esto es una gran lección que debemos aprender de ellos. La culpa nos mantiene alejados de nuestro interior, y esto nos impide actuar correctamente.
Los hindúes llaman Recta Acción, dharma o karma yoga a la acción desposeída de apego. El apego es actuar desde el ego. Cuando estas en tentación o culpa estás en el ego. Cuando estás en el ego no estas en tu Ser, es decir, no estas alineado con tu verdadera esencia. Actuar desde el ego es actuar con la máscara, es actuar desde nuestro personaje, que es sólo el papel que desempeñamos en esta encarnación, ya que nuestro verdadero Ser es eterno.
Para los griegos, el teatro era una de las disciplinas artísticas más importantes, ellos sabían que los personajes de las obras de teatro, son símiles de las interpretaciones egoicas de nuestras múltiples personalidades. La palabra "persona en griego tiene el mismo significado que máscara... Hay una gran diferencia entre actuar cómo "persona" y actuar como "Ser humano":
- Actuar como "Persona" es actuar desde nuestra máscara.
- Actuar como "Ser humano" es actuar desde el "Ser"; que es nuestra esencia inmortal, y desde el "humano"; que es tener conciencia de nosotros mismos, lo que nos distingue de los animales.
La auténtica responsabilidad del Ser humano es Conocerse a Sí mismo
El ser humano cuando ejecuta sus actos tiene la responsabilidad de realizarlos correctamente. La misma naturaleza tiene su dharma: el dharma del Sol es iluminar y y dar vida, el de las plantas es generar oxígeno, el de los animales es servir de alimento a sus depredadores, y estos a los siguientes, a fin de preservar la vida, y el dharma más alto del Ser humano es conocerse a Sí Mismo.
En el templo del Oráculo de Delfos se podía leer: "¡Oh! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el Universo y a los Dioses”
En el templo del Oráculo de Delfos se podía leer: "¡Oh! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el Universo y a los Dioses”
Integrando la polaridad
Hay sólo una manera de actuar con equilibrio, y es viviendo la polaridad para luego pasar a integrarla en nuestro Ser. Luz y oscuridad, amor y sabiduría, mente y corazón...Son muchas de las polaridades de las que debemos de tomar conciencia para poder integrarlas.
En la psicología junguiana, el proceso de individuación, consiste en valorar por igual nuestras funciones psíquicas opuestas integrándolas en un todo. El problema es que en nuestra civilización occidental, al contrario que en las orientales, se ha dado demasiada importancia a las funciones del cerebro izquierdo y poca importancia a las del hemisferio derecho.
“El cerebro izquierdo es el del intelecto, el yo; es el cerebro lógico, creador y analítico, el que cree en la ciencia y en la razón, inventa y desarrolla las matemáticas; es el cerebro de la tecnología. Su dominio es la mente consciente de vigilia. Por el contrario, el cerebro derecho está dominado por el inconsciente (en el sentido junguiano del término), la imaginación creadora, la síntesis, la emoción, los símbolos, la intuición.” (André Van Lysebeth, La pareja interior, 1998).
Vivir en la culpabilidad y en la tentación es:
- Vivir con apego es identificarnos con nuestra personalidad, buscando los frutos en la acción (búsqueda de control y seguridad).
- Vivir en la polaridad, dividiendo nuestras fuerzas y actuando de manera contradictoria y caótica.
- Sentirnos separados y no reconocer nuestro verdadero poder creativo.
- Vivir en el pasado (depresión) o en el futuro (impaciencia o estrés).
- Creer que eres pequeño viviendo desde el pequeño ego. viviendo una vida sin sentido, y sentir sin sentirse vivo.
- Tener miedo a vivir la grandeza del Ser.
- Vivir con el miedo en todas sus manifestaciones.
Vivir con responsabilidad y en libertad es:
- Actuar en el presente de manera impecable, ya que toda acción tiene una forma de hacerse correctamente.
- Entender nuestros deseos sin convertirlos en apegos.
- Aceptar que en nosotros conviven luz y oscuridad, y que lo importante es cual de estas dos partes potenciamos.
- Entender la ilusión de la separación.
- Reconocer nuestro verdadero poder creativo.
- Fluir con la vida de manera justa y equilibrada.
- Aprender a observar el mundo que nos rodea sin emitir juicios.
- Permanecer siempre atento sin esfuerzo.
- Vivir sin retener el presente, permitiendo a cada acto nacer, pero también no impidiéndole morir.
- Vivir sin miedo a brillar, pues no es nuestra oscuridad lo que más nos asusta sino nuestra verdadera luz.
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